La cifra anual por la que el resto del mundo mide el desempeño medioambiental de Brasil se ha disparado en el último año hasta alcanzar el nivel más alto de los últimos 12 años.
La mayor selva tropical del mundo, clave para frenar el cambio climático, perdió 11.088 kilómetros cuadrados de árboles, según el balance anual difundido este lunes por las autoridades. Este aumento del 9,5% respecto al año anterior pone en evidencia los graves efectos de la política del presidente, Jair Bolsonaro, de debilitar las inspecciones medioambientales, alentar la impunidad para los invasores de tierras y despreciar a los indígenas que quieren preservar sus tierras.
La Amazonia es tan inmensa que Greenpeace ha hecho unas cuentas para que sea más fácil entender el calibre de la pérdida. Son 626 millones de árboles talados. Es como si cada minuto del último año la Amazonia hubiera perdido el equivalente a tres campos de fútbol hasta sumar, 1,58 millones de estadios. La ONG sostiene en una nota que “el desmantelamiento de los órganos y las políticas medioambientales nos ha llevado a una tasa casi tres veces mayor que la meta de reducción de la deforestación para el año 2020 establecida por ley”.
Dos miembros del Gobierno —ambos militares del ala más pragmática, menos ideológica, del Gabinete— han participado de la presentación de los datos. En cambio, el ministro de Medio Ambiente, no estaba junto a ellos. “No estamos aquí para celebrar nada de esto, porque esto no es para celebrar”, ha declarado el vicepresidente, el general Hamilton Mourão. A su lado, el titular de ciencia, Marcos Pontes, el primer astronauta de Brasil. El vicepresidente ha animado a los inspectores, a menudo vapuleados por Bolsonaro, a seguir haciendo su trabajo guiados por la ciencia, la tecnología y la ley.
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